En ocasiones, los deberes morales entran en contradicción con algunos deberes profesionales (códigos deontológicos).
Imagínate que eres un abogado al que, por el turno de oficio, corresponde defender a un acusado de asesinato. Como es obvio, el reo tiene derecho a la presunción de inocencia y también a una defensa jurídica de su caso. En tus conversaciones privadas con él, te confiesa que es culpable aunque tiene una coartada. Te dice que tu misión como abogado será convencer al juez de que la coartada es verídica y obtener así la absolución.
Se te plantea entonces un dilema profundo: si decides defenderlo, deberás hacer todo lo posible para convertir una mentira en algo creíble; si te niegas a hacerlo (¿y si se negasen también todos los demás abogados?), estarás vulnerando el derecho de defensa que asiste al acusado.
¿Qué harías?