El permanente nacimiento de la filosofía

La filosofía aparece como una forma radical de nacimiento, como un desgarramiento de la placenta originaria que es la sociedad tradicional, para vivir a la intemperie y -de un modo nunca dado hasta entonces- desde uno mismo. Lo decisivo es que la verdad filosófica no consiste sólo en el momento de la alétheia, el descubrimiento o patentización y, por tanto, la visión; requiere al mismo tiempo el afianzamiento o posesión de esa realidad vista; la filosofía es descubrir y ver, poner de manifiesto; si una filosofía no es visual, deja de ser filosofía -o es la filosofía de otros-; pero no vasta con ver: hace falta además dar cuenta de eso que se ve, dar razón de sus conexiones. Por eso propuse hace algún tiempo una definición de la filosofía: la visión responsable.

Esto sucedió en Mileto, en el Asia Menor, a fines del siglo VII o quizá comienzos del siglo VI antes de Cristo; pero sería un error creer que simplemente sucedió: sigue sucediendo siempre que alguien nace a la filosofía, siempre que la filosofía vuelve a existir. Y lo más grave es que la filosofía consiste consiste en que ese doloroso nacimiento no ocurre sólo al principio: tiene que estarse renovando instante tras instante, y eso es lo que quiere decir dar razón. Filosofar es estar renaciendo a la verdad; es no poder dormir.

Julián Marías, Antropología metafísica, Revista de Occidente, Madrid, 1970, p. 16