La naturaleza humana en la Edad Media

A petición de una antigua alumna (Martita) presentamos a continuación una exposición acerca del concepto que en la edad media se tenía del hombre. Lo más acertado es acercarnos al ser humano desde el concepto de persona, que es netamente medieval, aunque la modernidad lo ha recogido y modificado. El ser humano es un ser personal. Posteriormente veremos el concepto que nos presenta Santo Tomás, que en mi opinión es el más elaborado, en el cual se nos explica que el hombre es la unión de cuerpo y alma. En contra de lo que habitualmente se piensa no hay un alma encerrada en un cuerpo, esto sería platonismo, sino la unión de dos principios sin los cuales la naturaleza humana no sería tal. Sé que estos conceptos superan un poco los contenidos de Bachillerato, pero ¿por qué no pensar a lo grande? Ahí va, pues, esta reflexión para quien le pueda servir.

1. - El concepto de persona en la Edad Media.

Acerca de su origen etimológico hay confusión. Tres teorías son las más aceptadas:
- Persona es palabra latina cuyo equivalente griego es prósopon "máscara" del actor en el teatro griego clásico. Por tanto, persona equivaldría a "personaje". Junto a prósopon también existe en griego hipóstasis, aplicado en Teología a la Trinidad y sus tres personas, y a Jesucristo y su unidad hispostática.
- Otra etimología deriva "persona" de persono, infinitivo personare, con el significado de "hacer resonar la voz" como lo hacía el actor a través de la máscara. Sus equivalentes en etrusco, persa y sánscrito, hacen pensar en una común raíz indoeuropea.
- Otros hablan de un sentido jurídico, "sujeto legal", que habría sido el más influyente a través de su uso teológico y filosófico.

Se discute la existencia entre los griegos de un concepto de persona más allá de su ser parte de la naturaleza y de la polis. Las elaboraciones más explícitas sobre el concepto de persona, en cualquier caso, han partido del cristianismo, sobre todo de los teólogos de los primeros Concilios, como el de Nicea en el 325. (El origen de este interés está en la discusión acerca de las relaciones entre "naturaleza" y "persona" en Cristo). Frente al pensamiento griego, el judaísmo centra más su atención en la historia que en la naturaleza. El "hombre" deja de ser un elemento más de la naturaleza, por muy importante que sea, para convertirse en un ser distinto a los demás; esta diferencia se percibe a través de la llamada que Dios le hace en su Palabra y en la historia, ante la cual el hombre es libre para responder.

San Agustín desarrolló este concepto más en profundidad,
"de tal suerte que podía usarse para referirse (bien que sin confundirlos) a la Trinidad (las "tres personas") y al ser humano (...)."

Utilizó la noción de "relación" (pros tí) y la de experiencia ("personal" desde entonces). Se centrará en la intimidad, en el recurso a la introspección personal e introduce también la temporalidad y la historia como dimensión humana; en ella el ser humano persigue la felicidad y la verdad, auque sin lograrla plenamente en esta tierra.

Algunos de los rasgos de la concepción de persona de San Agustín son: ser con capacidad de autorreflexión (interiorización); consciente de su limitación y su responsabilidad ante Dios que le interpela; ser "histórico, temporal" (lo experimenta en sí mismo y en los seres queridos); buscador de la verdad y de la felicidad (telos o Bien Supremo que da sentido a su vida); capaz de amor y de servicio a los demás.

Boecio es uno de los autores más influyentes en la noción de persona. Su definición, citada comúnmente hasta nuestros días es la siguiente: "Persona es naturae rationalis individua substantia". Su nota más característica es la propiedad, la existencia por derecho propio, "sui iuris". Esta definición se reelaboró en la Edad Media, modificando a veces los términos. Así hizo, por ejemplo, San Anselmo.

Santo Tomás asume la definición propuesta por Boecio, ahondando en su significado y matizándolo.

"(...) se dice de la persona que es sustancia individual con el fin de designar lo singular en el género de la sustancia, y se agrega que es de naturaleza racional para mostrar que se trata de una substancia individual del orden de las substancias racionales."

Occam insiste en el aspecto racional, intelectualizando la definición y afirmando también la independencia como un rasgo esencial. Para él la persona es una substacia intelectual completa que no depende de otro supuesto. Las dos notas clave de la noción de persona en esta línea de pensamiento son: individuación (unidad del yo personal) y relacionalidad.

Las citadas últimamente son definiciones metafísicas, esencialistas de persona, que presentan una imagen de hombre intemporal y abstracta, independiente de las circunstancias históricas concretas que pueden hacer modificar esta imagen. Con estas definiciones esencialistas de persona se destaca sobre todo la característica de "ser en sí" o "por sí", es decir, su plena independencia, su "subsistencia". Pero también dentro del cristianismo se ha hecho referencia a otras características: la ya citada de "relación", y la de "originarse", importantísimas sobre todo en el cristianismo oriental.

2. -La naturaleza humana para Santo Tomás.

La naturaleza del hombre está constituida por alma y cuerpo. El hombre no es sólo alma; el cuerpo forma también parte de su esencia, ya que, además de entender, siente, y sentir no es una operación del alma sola. El alma es (según la teoría aristotélica), el acto del cuerpo: es la forma, el principio vital que hace que el hombre conozca y se mueva; en este sentido, es sustancia, es decir, subsiste por su cuenta. Y como tal acto del cuerpo, el alma da a éste su perfección. Santo Tomás rechaza la teoría del neoplatonismo judaico-musulmán de que incluso el alma está compuesta de materia y forma. No hay materia del alma; si la hubiera, estará fuera del alma, que es forma pura. Ni siquiera el entendimiento podría conocer las formas puras de las cosas. Si en él hubiera materia conocería las cosas en su materialidad, es decir, en su individualidad, y el universal se le escaparía.

Tomás considera el alma humana como:

1) forma de un cuerpo físico (que sería, previo al alma, como una materia prima, y tendría vida sólo en potencia);
2) el principio vital;
3) el acto primero del cuerpo natural estructurado, que tiene vida sólo en potencia;
4) el principio por el que vivimos, entendemos, nos movemos, etc.

De este modo, hay tantos tipos distintos de almas como tipos de actividades vitales: en las plantas el alma vegetativa en los animales; la sensitiva, que también incorpora la vegetativa, y en el hombre el alma racional o intelectiva (que es también vegetativa y sensitiva), que es inmaterial e inmortal, teniendo como facultades propias el entendimiento y la voluntad. Que el alma sea inmaterial o “espiritual” lo intenta demostrar el Aquinate afirmando que cuando un conocimiento se consigue con un órgano corporal, las características físicas de ese organismo limitan el tipo de conocimiento del que es capaz. El modo de conocer depende, pues, de la naturaleza del que conoce y de lo conocido. El conocimiento racional es capaz de conocer la naturaleza de todos los cuerpos, por lo que no puede ser una sustancia corporal. Este conocimiento es capaz de conceptuar, y los conceptos no son cósicos, sino inmateriales, luego el alma debe ser inmaterial.

Así, en el hombre sólo subsiste la forma intelectiva del alma, que también desempeña las funciones sensitiva y vegetativa. En general, la forma superior puede desempeñar siempre las funciones de las formas inferiores; y así, en los animales el alma sensitiva cumple también la función vegetativa, mientras en las plantas sólo subsiste la vegetativa.

Como forma pura, el alma intelectiva es inmortal. La materia puede corromperse, porque la forma (que es acto, es decir, existencia) puede separarse de ella. Pero es imposible que el alma se separe de sí misma, y, por lo tanto, es imposible que se corrompa.

El entendimiento que conoce el ser absolutamente, desea naturalmente ser siempre, y un deseo natural no puede ser inútil. Pero, ¿cómo es posible que el alma conserve, después de separarse del cuerpo, la individualidad que le ha proporcionado precisamente el cuerpo? Santo Tomás responde que el alma intelectiva está unida al cuerpo por su propio ser; al destruirse el cuerpo, este ser subsiste, y subsiste exactamente igual que era en su unión con el cuerpo, individual y simple. La persistencia de la individualidad en el alma separada permitirá que el día de la resurrección de la “carne” cada alma pueda recobrar la materia en las dimensiones determinadas que le eran propias y de este modo podrá reconstituir su propio cuerpo.