Biotecnología

Con el descubrimiento del ADN por Watson y Crick, se abrió una nueva era en la historia de la humanidad comparable, para algunos, a la revolución copernicana del renacimiento. El descubrimiento del ADN y de cómo modificarlo dio lugar a la biotecnología; la biotecnología sería la disciplina que se encarga de mejorar –y a veces crear– mediante la manipulación de los genes las especies existentes.

En este sentido, la biotecnología puede contribuir a incrementar la producción de alimentos básicos, con lo que haría posible la reducción de hambre en el mundo; también puede aplicarse a la obtención de fármacos, lo que haría posible la curación de enfermedades hasta ahora incurables; a la descontaminación o biodegradación, lo que haría posible eliminar gran cantidad de residuos contaminantes que ahora hay en el planeta; ha hecho posible la fecundación in vitro, lo que ha permitido que muchas parejas, que por el método tradicional no podían tener descendencia, la tengan; ha permitido la creación de plantas y animales más resistentes a ciertas enfermedades y, últimamente, mediante la clonación, ha permitido crear múltiples copias idénticas de un ser vivo.

Sin embargo, la interferencia en los procesos de reproducción, la obtención de animales transgénicos y la posibilidad de traspasar las barreras evolutivas entre especies diferentes despiertan en muchos colectivos sentimientos de incertidumbre, temor e inseguridad ante el futuro. La biotecnología está alterando los conceptos tradicionales de “naturaleza” y “vida” y no está claro lo que podemos esperar de seres humanos convertidos en “dueños de la evolución”. Desentrañar a escala molecular los procesos de la vida es visto por algunos como una “desacralización”, antesala de manipulaciones aberrantes apenas imaginadas por la ciencia-ficción. Colectivos con sensibilidades muy diferentes coinciden en rechazar la ingeniería genética de humanos, plantas y animales por considerarla una “instrumentalización” inaceptable de la naturaleza, al servicio sólo de intereses económicos.

Investigadores y profesionales vinculados a la biotecnología tienden a valorar sus ventajas en cuanto supone la adquisición de una nueva tecnología, muy versátil y potente, importante en sí misma como clave para nuevos desarrollos en biomedicina, agroindustria y alimentación. A los eventuales destinatarios de sus aplicaciones y productos les preocupa no tanto el “salto tecnológico” sino los posibles riesgos para la salud y el medio ambiente, que de ser importantes oscurecerían las ventajas prometidas por los expertos.

Las promesas de la biotecnología agrícola residen en aumentar la productividad y reducir costes, generar innovaciones y mejoras en los alimentos y conducir a prácticas agrícolas más “ecológicas”; contribuir, en suma, a la agricultura sostenible, que utiliza los recursos con respecto al medio ambiente y sin hipotecar a las generaciones futuras. Pero, además, la manipulación genética de plantas tendrá un impacto en otros sectores productivos: floricultura y jardinería, industria química e industria farmacéutica.

La disputa científica sobre la evaluación de riesgos ambientales de los organismos genéticamente modificados se centra sobre todo alrededor de los efectos de la actual plantación masiva de plantas transgénicas. Según sus críticos, los peligros a evaluar se podrían centrar en los siguientes:

Posibilidad de que las plantas genéticamente modificadas, por efecto del nuevo material genético introducido, puedan modificar sus hábitos ecológicos, dispersándose e invadiendo ecosistemas, al modo de malas hierbas.

Posibilidad de transferencia horizontal del gen introducido, desde la planta genéticamente modificada a individuos de especies silvestres emparentadas que vivan en las cercanías del campo de cultivo, lo que podría conllevar la creación de híbridos que a su vez podrían adquirir efectos indeseados (invasividad, resistencia a plagas, incidencia negativa sobre otros organismos del ecosistema, etc). La ocurrencia de este tipo de fenómenos sería especialmente preocupante de producirse en los centros de biodiversidad de los países tropicales, porque podría amenazar la integridad de los ricos recursos genéticos que se alberga en ellos.

Teniendo en cuenta que ciertas manipulaciones recientes de plantas para hacerlas resistentes a enfermedades ocasionadas por virus implican la introducción de algún gen del virus en cuestión o de otros relacionados, cabrá la posibilidad de recombinaciones genéticas productoras de nuevas versiones de virus patógenos para las plantas.

Otro tema de controversia sobre las plantas transgénicas prolonga el debate sobre los efectos de la pérdida de diversidad genética de las especies domesticadas. La Revolución Verde trajo consigo la imposición de un número limitado de variedades de alto rendimiento, seleccionadas para ser efectivas en el contexto de una agricultura mecanizada y altamente dependiente de productos químicos. En este proceso de selección se han perdido muchas variedades génicas que podrían ser útiles ante un cambio en determinadas condiciones ambientales o ante una nueva plaga. Mientras que los defensores de la Ingeniería Genética plantean que con esta técnica se está añadiendo genes nuevos, los genéticos de poblaciones responden que insertar uno o dos genes a las especies de cultivo no supone una ganancia sustancial; pero, además, critican el aspecto cualitativo de este enfoque: los transgenes no han pasado la dura prueba de la evolución en la especie receptora, y por lo tanto, siguen siendo una entidad extraña en el genoma hospedador, no sometidos a los delicados equilibrios e interacciones con el resto de genes de la planta donde deben funcionar. Por otro lado, dadas las tendencias de la Agricultura actual a sustituir las variedades tradicionales por las modernas, ¿qué efectos en la diversidad genética tendrá el hecho de que se empiecen a introducir a gran escala una serie de nuevas cosechas biotecnológicas cada vez más uniformes? ¿Compensan los rendimientos mayores esperables a corto plazo frente a una mayor vulnerabilidad de estas plantas a largo plazo debido a una menor diversidad genética? Muchos genéticos de poblaciones se preguntan si los esfuerzos por preservar ciertas porciones de biodiversidad son la única manera racional de salvar recursos genéticos que pueden ser imprescindibles para afrontar los retos de la alimentación del futuro. Por lo tanto, si estas tendencias actuales no se corrigen, lo que cabría esperar es que los intereses comerciales y la mera búsqueda de mejoras en los rendimientos económicos conlleven el que la biotecnología vegetal colabore en la erosión genética de las plantas de cultivo y de sus parientes silvestres, a cosa de prácticas agrícolas tradicionales que usan numerosas variedades locales adaptadas a condiciones específicas.

Para algunos autores, el fenómeno de la biotecnología obliga también a un replanteamiento de los derechos humanos. En efecto, el hecho de afectar a la raíz de la vida humana la nueva genética, sea a través de las técnicas de reproducción asistida o de las de ingeniería genética en un sentido amplio, provoca una convulsión en los derechos humanos, que obliga a reformular algunos de los tradicionales e incluso a la creación de nuevas categorías de los mismos.

Karel Vasak vertebra los derechos del hombre en tres categorías: derechos civiles y políticos; derecho económicos, sociales y culturales; y derechos de solidaridad. En el mismo sentido, Pérez Luño habla de los derechos humanos como “categorías históricas”, o sea derechos de la primera generación –que están constituidos por los derechos civiles y políticos–; de la segunda generación –los derechos económicos, sociales y culturales–; y los de la tercera generación – –los derechos de solidaridad–, considerando como los “valores guía” de cada generación la libertad, la igualdad y la solidaridad, respectivamente. Los derechos de primera generación confieren al hombre el poder de elegir, los de segunda generación, el poder de exigir, y los de tercera generación se convierten en “derechos-obligaciones”. Dentro de estos últimos, además del derecho a la paz, o al desarrollo, o al medio ambiente, estaría el derecho al patrimonio genético humano sin manipular, es decir, el derecho a la herencia genética. Dicho derecho –desde otra perspectiva– puede considerarse también como una “categoría ética”, por estar vinculado a la dignidad humana y al derecho a la vida en su doble dimensión física y moral.

El derecho debe responder a las cuestiones que plantea la ingeniería genética fundamentalmente desde un doble plano: el de los principios y el de las leyes. Desde el plano de los principios ha de tener presente básicamente los siguientes:

La dignidad humana como un “a priori”, como una categoría moral. Se trata de una dignidad ontológica, que se posee en función de la condición humana, y que no depende por ello ni de su conducta ni de su otorgamiento o no por el Estado, Constitución, Ley, etc. Dignidad que, al ser común a todos los seres humanos, les hace iguales y acreedores a “igual consideración y respeto”, pues todo ser humano, simplemente porque lo es, tiene derecho a algo: respeto y consideración. Por ello, no hay principio más axial ni valor más fundamental que sirva para legitimar la investigación sobre el genoma humano, ahora y en su momento sobre las posibles aplicaciones, que el de la dignidad humana. Dignidad que ha de estar siempre presente a la hora de enjuiciar lo jurídico y sin la cual le faltaría el referente ético esencial, que aúna del respeto que todo ser humano merece por su mera y simple condición y se manifiesta en el respeto de sus derechos humanos. No debemos olvidar que el hombre es un fin y el derecho un medio a su servicio.

Igual respeto de todos los seres humanos precisamente por la dignidad de que están revestidos, no por sus características genéticas u otro tipo de consideraciones.

Solidaridad entre todos los miembros de la generación actual y de ésta con las generaciones futuras.

En el plano de las leyes, al legislador se le plantean los siguientes problemas:

Dificultad de una respuesta adecuada ante la velocidad de los descubrimientos y aparición de nuevas técnicas.

Dificultad al no conocer las consecuencias en ciertos casos.

La realidad a ordenar no es la de un país, sino la de la comunidad internacional.

Armonizar respeto y libertad de investigación, los avances científicos, la dignidad y el respeto a los derechos humanos.

Garantizar los derechos de las generaciones futuras