La teoría de las ideas constituye el núcleo central de la filosofía de Platón. Es su aportación principal a la historia del saber. En Platón aparece el concepto de eidos o “idea”, que literalmente significa “aspecto”, ”figura”. Las ideas son para Platón las esencias de las cosas.
La idea es la determinación en sí, la esencia.
Se trata de la determinación, no del determinar (que se orienta hacia el hombre, la sensación, etc) ni de lo determinado (que se orienta a un material, unas existencias externas, etc). Dice Platón: “Suponemos que una idea existe cuando damos el mismo nombre a muchas cosas separadas”. Si pensamos en una puerta, por ejemplo, podemos representarnos una puerta con unas características concretas, pero además de estas características, hay la abertura en una pared. Cualquier puerta se llama así porque son aberturas en una pared; constituye algo más universal y que no se agota en ninguno de sus ejemplos.
Y se trata de la determinación en sí, de la esencia, o el qué es algo. Cualquier puerta puede ser recortada, ensanchada, erosionada, reconstruida; cualquiera está expuesta al tiempo y a las otras cosas existentes. Pero la determinación en sí no es tocada siquiera remotamente por nada como el viento, el peso, la luz, una herramienta. Esto constituye su “pureza”; no forma parte de las cosas materialmente disponibles.
Si la puerta puede concebirse como idea, lo mismo sucede con todo lo demás.
El idealismo de Platón considera que el mundo que conocemos por nuestros sentidos, no puede ser totalmente real. Es inestable e imperfecto, en constante cambio y decadencia. Es el mundo sensible, una trama de engañosas apariencias, de sombras que el hombre no iniciado toma equivocadamente por objetos reales (el mito de la caverna). Este mundo sensible lo conocemos por medio de nuestros sentidos, que son esencialmente engañosos; lo conocemos también de oídas, por la opinión, la cual es asimismo engañosa. Tratamos entonces de comprenderlo mediante el raciocinio, pero nuestros razonamientos pueden igualmente engañarnos. No hay, por lo tanto, en esto, ninguna realidad. El mundo sensible no es realmente, y si alguna realidad tiene, no pasa de ser un reflejo, una sombra. El mundo sensible es la realidad visible, percibida por nuestros sentidos. Es el mundo material. Es el mundo de los seres naturales, que son corruptibles, divisibles e imperfectos, etc. Tienen las propiedades opuestas a las Ideas. No es el verdadero ser, sino la “apariencia del ser”. Su conocimiento nos proporciona la OPINION, que es un conocimiento imperfecto y despreciable, propio del hombre vulgar. En el símil de la caverna, son las sombras que ven los prisioneros. En el conocimiento sensible, las sensaciones, las percepciones que tenemos de las cosas, son sólo instrumentos materiales para el conocimiento. No puede ser fuente de verdad, no es un conocimiento verdadero, porque los sentidos son inseguros, nos engañan. La realidad del mundo sensible está en las Ideas. El mundo sensible tiene realidad cuando participa del mundo de las ideas: por ejemplo, la rosa es bella porque participa de la idea de belleza.
El conocimiento no puede estar sujeto al error, tiene que poseer certeza, por lo tanto tiene que ser conocimiento de algo estable y perfecto; si pensamos que tiene que el conocimiento puede alcanzarse, entonces tiene que haber un mundo de objetos estables y perfectos detrás de los objetos que captan nuestros sentidos. Es el mundo de las Ideas, el eje explicativo del pensamiento de Platón. Un mundo ideal, perfecto, que existe realmente. El mundo sensible, que es el mundo de las cosas que podemos ver y tocar, no es más que una copia o imitación del mundo de las ideas. El mundo de las ideas es una realidad invisible, no captada por los sentidos; es la aceptación de realidades absolutas, eternas, inmutables, universales, independientes del mundo de los fenómenos. Es el mundo inteligible, formado por las Ideas, prototipos eternos de las cosas: lo Bello en sí, el Bien en sí, la Magnitud en sí, etc. Es el único mundo real. Son las ideas modelos perfectos y divinos, de los cuales los objetos sensibles no son sino pobres imitaciones. Para Platón Idea es una realidad extramental, tiene existencia objetiva. Existen independientemente del mundo físico, independientemente de estar o no ejemplarizadas en las cosas. Las ideas son la misma realidad. Cada idea es única, eterna, inmutable, inalterable y sólo captable por la inteligencia. Se trata de una realidad inteligible, no sensible, no captada por los sentidos. Las ideas son modelos, prototipos, paradigmas de las cosas materiales, son el formato de lo que las cosas pueden ser, son el foco de referencia del mundo físico, del conocimiento intelectual. Son las esencias de las cosas, lo que hace que cada cosa sea lo que es. Son inmutables, eternas, únicas y absolutas. Sólo las podemos percibir por la inteligencia o el raciocinio, y su conocimiento, nos proporciona la VERDAD, pues son la verdadera realidad. La Idea no es el mero acto de pensar o saber, no es un conocimiento que se adquiera con el esfuerzo de la reflexión; las Ideas son preexistentes, algo que ya se tiene. Sólo el nous, el entendimiento, la inteligencia es capaz de captar esa realidad que hay dentro de cada cosa concreta.
No todas las Ideas tienen el mismo valor; hay ideas subordinadas a otras, Ideas inferiores, que dependen de otras superiores, y estas superiores dependen de otras más elevadas, hasta llegar a la cumbre de la pirámide, que es la “Idea de las Ideas”, de la que dependen todas las demás, que es la Idea del Bien, en sí. Entre las ideas existen pues, relaciones de coordinación y subordinación y, por lo tanto, una jerarquía dentro de la cual la idea suprema es la del Bien (que se identifica con la Verdad y la Belleza; el Bien es el sol del mundo inteligible), que se identifica con el Uno, por ser el principio unificador y fundamento de lo que hay, tanto en el mundo inteligible como en el sensible.
Existe una separación clara entre el Mundo de las Ideas (invisible, ideal e inteligible) y el Mundo de los Sentidos (material, visible y sensible), entre conocimiento racional y conocimiento sensible. El mundo inteligible es propio de la mente y el mundo de los sentidos sólo llega a lo concreto, lo que se ve, lo que se mueve, lo mudable. Platón utiliza la teoría de los dos mundos para explicar la realidad.
La idea es la determinación en sí, la esencia.
Se trata de la determinación, no del determinar (que se orienta hacia el hombre, la sensación, etc) ni de lo determinado (que se orienta a un material, unas existencias externas, etc). Dice Platón: “Suponemos que una idea existe cuando damos el mismo nombre a muchas cosas separadas”. Si pensamos en una puerta, por ejemplo, podemos representarnos una puerta con unas características concretas, pero además de estas características, hay la abertura en una pared. Cualquier puerta se llama así porque son aberturas en una pared; constituye algo más universal y que no se agota en ninguno de sus ejemplos.
Y se trata de la determinación en sí, de la esencia, o el qué es algo. Cualquier puerta puede ser recortada, ensanchada, erosionada, reconstruida; cualquiera está expuesta al tiempo y a las otras cosas existentes. Pero la determinación en sí no es tocada siquiera remotamente por nada como el viento, el peso, la luz, una herramienta. Esto constituye su “pureza”; no forma parte de las cosas materialmente disponibles.
Si la puerta puede concebirse como idea, lo mismo sucede con todo lo demás.
El idealismo de Platón considera que el mundo que conocemos por nuestros sentidos, no puede ser totalmente real. Es inestable e imperfecto, en constante cambio y decadencia. Es el mundo sensible, una trama de engañosas apariencias, de sombras que el hombre no iniciado toma equivocadamente por objetos reales (el mito de la caverna). Este mundo sensible lo conocemos por medio de nuestros sentidos, que son esencialmente engañosos; lo conocemos también de oídas, por la opinión, la cual es asimismo engañosa. Tratamos entonces de comprenderlo mediante el raciocinio, pero nuestros razonamientos pueden igualmente engañarnos. No hay, por lo tanto, en esto, ninguna realidad. El mundo sensible no es realmente, y si alguna realidad tiene, no pasa de ser un reflejo, una sombra. El mundo sensible es la realidad visible, percibida por nuestros sentidos. Es el mundo material. Es el mundo de los seres naturales, que son corruptibles, divisibles e imperfectos, etc. Tienen las propiedades opuestas a las Ideas. No es el verdadero ser, sino la “apariencia del ser”. Su conocimiento nos proporciona la OPINION, que es un conocimiento imperfecto y despreciable, propio del hombre vulgar. En el símil de la caverna, son las sombras que ven los prisioneros. En el conocimiento sensible, las sensaciones, las percepciones que tenemos de las cosas, son sólo instrumentos materiales para el conocimiento. No puede ser fuente de verdad, no es un conocimiento verdadero, porque los sentidos son inseguros, nos engañan. La realidad del mundo sensible está en las Ideas. El mundo sensible tiene realidad cuando participa del mundo de las ideas: por ejemplo, la rosa es bella porque participa de la idea de belleza.
El conocimiento no puede estar sujeto al error, tiene que poseer certeza, por lo tanto tiene que ser conocimiento de algo estable y perfecto; si pensamos que tiene que el conocimiento puede alcanzarse, entonces tiene que haber un mundo de objetos estables y perfectos detrás de los objetos que captan nuestros sentidos. Es el mundo de las Ideas, el eje explicativo del pensamiento de Platón. Un mundo ideal, perfecto, que existe realmente. El mundo sensible, que es el mundo de las cosas que podemos ver y tocar, no es más que una copia o imitación del mundo de las ideas. El mundo de las ideas es una realidad invisible, no captada por los sentidos; es la aceptación de realidades absolutas, eternas, inmutables, universales, independientes del mundo de los fenómenos. Es el mundo inteligible, formado por las Ideas, prototipos eternos de las cosas: lo Bello en sí, el Bien en sí, la Magnitud en sí, etc. Es el único mundo real. Son las ideas modelos perfectos y divinos, de los cuales los objetos sensibles no son sino pobres imitaciones. Para Platón Idea es una realidad extramental, tiene existencia objetiva. Existen independientemente del mundo físico, independientemente de estar o no ejemplarizadas en las cosas. Las ideas son la misma realidad. Cada idea es única, eterna, inmutable, inalterable y sólo captable por la inteligencia. Se trata de una realidad inteligible, no sensible, no captada por los sentidos. Las ideas son modelos, prototipos, paradigmas de las cosas materiales, son el formato de lo que las cosas pueden ser, son el foco de referencia del mundo físico, del conocimiento intelectual. Son las esencias de las cosas, lo que hace que cada cosa sea lo que es. Son inmutables, eternas, únicas y absolutas. Sólo las podemos percibir por la inteligencia o el raciocinio, y su conocimiento, nos proporciona la VERDAD, pues son la verdadera realidad. La Idea no es el mero acto de pensar o saber, no es un conocimiento que se adquiera con el esfuerzo de la reflexión; las Ideas son preexistentes, algo que ya se tiene. Sólo el nous, el entendimiento, la inteligencia es capaz de captar esa realidad que hay dentro de cada cosa concreta.
No todas las Ideas tienen el mismo valor; hay ideas subordinadas a otras, Ideas inferiores, que dependen de otras superiores, y estas superiores dependen de otras más elevadas, hasta llegar a la cumbre de la pirámide, que es la “Idea de las Ideas”, de la que dependen todas las demás, que es la Idea del Bien, en sí. Entre las ideas existen pues, relaciones de coordinación y subordinación y, por lo tanto, una jerarquía dentro de la cual la idea suprema es la del Bien (que se identifica con la Verdad y la Belleza; el Bien es el sol del mundo inteligible), que se identifica con el Uno, por ser el principio unificador y fundamento de lo que hay, tanto en el mundo inteligible como en el sensible.
Existe una separación clara entre el Mundo de las Ideas (invisible, ideal e inteligible) y el Mundo de los Sentidos (material, visible y sensible), entre conocimiento racional y conocimiento sensible. El mundo inteligible es propio de la mente y el mundo de los sentidos sólo llega a lo concreto, lo que se ve, lo que se mueve, lo mudable. Platón utiliza la teoría de los dos mundos para explicar la realidad.