Te quiero con todas mis neuronas

El amor, ese bendito sentimiento que nubla la razón y quiebra la voluntad, no es totalmente ciego. Al contrario de lo que se piensa, el amor se mueve por razones científicas ajenas al corazón. Al menos eso es lo que afirma en su último libro el escritor y periodista Eduardo Punset; el amor lejos de ser un acto de generosidad es un acto de pura supervivencia.

El amor siempre ha estado asociado a la moral, al corazón. Durante muchos siglos se ha pensado que se trataba de un sentimiento ajeno a la mente, al que no se le podía dar ninguna explicación científica. Pero Punset asegura que el amor sigue unas razones evolutivas y biológicas y, por lo tanto, científicas: "Hace 3.200 millones de años, lo primero que hace la primera bacteria es soltar unas señales químicas preguntando si hay alguien más. Por eso, lo que somos es el resultado de esa búsqueda del otro, de fundirse con el otro".

En este libro se habla, entre otras cosas, de la similitud entre un adulto que ha perdido un gran amor y un bebé que se pone a llorar, en cuanto su madre lo deja -"lo abandona"- en la cuna. Sienten el mismo desamor. "Los dos tienen el mismo problema y su desamparo utiliza los mismos circuitos cerebrales. El adulto no tiene más armas que el niño frente a algo como el desamor".

Y en cuanto a si hay una edad para el amor, él afirma que uno se puede enamorar a los 90 años con la misma pasión que a los 17. Y cuanto más mayor, más feliz se es y más amor se siente. Según los psiquiatras que han estudiado este tema, cuando la mente se ve sacudida por un estímulo externo -una mujer bella o un hombre bello- lo primero que hace es urgar en la memoria, y la sensación de placer inicial se transforma en un sentimiento amoroso, si no ha encontrado nada parecido a lo que le ha producido el estímulo. El enamoramiento no es irracional o acientífico.

Para el escritor el amor no es más que "un instinto de supervivencia en un entorno de soledad". Siempre ha existido, según Punset, el impulso de fusión con el otro. Fue eso, precisamente, lo que le llevó a reproducirse a la primera célula que habitó el planeta, y lo que, todavía hoy, hace que millones de personas decidan iniciar una nueva vida junto a otra.

En fin, que al final resulta que eso de enamorarse no es algo tan irracional y poético como algunos piensan sino que es una reacción neuroquímica que seguramente se regirá por algún desconocido logaritmo. !Vaya por dios! y yo, tonto de mí, voy y me enamoro de mi chica porque me gustaba y sentía un no sé qué, qué se yo, que llenaba de poesía, luz y sentido toda mi existencia. Si lo llego a saber antes me compro una calculadora.